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miércoles, 10 de octubre de 2012

El profesor Carlos Fuentes

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Julio Ortega, María Kodama, Silvia Lemus y Carlos Fuentes, en el Departamento de Estudios Hispánicos de Brown, en 2004. / Ana González Tornero

La faceta docente del escritor mexicano es una parte de su biografía esencial para entender su dimensión intelectual

“No era fácil acomodar a Carlos Fuentes a un horario, pero a él le encantaba impartir clases”. El profesor Julio Ortega, amigo del escritor mexicano desde el verano de 1969, recuerda así el periplo académico de Fuentes desde que en 1996 se convirtiera en profesor visitante de la Universidad de Brown. El peregrinaje narrativo y vital del autor tuvo un importante reflejó en su faceta docente, quizás uno de los aspectos de su biografía más ensombrecidos por su indiscutible altura literaria pero que constituye un aspecto esencial para entender su dimensión e influencia intelectual.

Antes de recalar en Brown, Fuentes impartió, como catedrático, clases de Español y Literatura Comparada en Princeton, Pensilvania, Harvard –donde en 1988 fue el primero en ocupar la cátedra Robert Kennedy, con cuya familia labró una estrecha amistad- y en Dartmouth, un centro en el que el mexicano siempre reconoció haberse sentido especialmente a gusto. “Durante 1980, mientras ocupó el prestigioso puesto de Montgomery Fellow [una categoría de profesor invitado de ese centro], polarizó todo el debate intelectual de la Universidad”, asegura la profesora Beatriz Pastor, responsable de que Fuentes recalara, un año antes y por primera vez, en esa institución de New Hampshire, entonces como profesor visitante.

El peregrinaje narrativo y vital del autor tuvo un importante reflejó en su faceta docente

“En Dartmouth pudo disfrutar de un espacio de debate, de conversaciones e interacciones con personalidades de áreas y diferentes departamentos: Artes escénicas, Cinematografía, Matemáticas, Ciencias…”, recuerda Pastor. Ese intercambio de conocimientos que se operaba en el entorno universitario era vital para el escritor, según afirma Ortega: “Fuentes entendía la Universidad como un refugio intelectual para el diálogo y la vida literaria”, una visión que plasmó en su libro En esto creo, publicado en 2002. “Creo en la Universidad, la Universidad une, no separa, conoce y reconoce, crea un espacio crítico donde de lo que se trata es de entender al otro, no de derrotarlo”, escribió.

Fuentes fomentó ese intercambio intelectual en cada uno de sus intermitentes destinos académicos con sus colegas pero, sobre todo, con sus alumnos, siguiendo el ejemplo de Manuel Pedrosa, un jurista y tratadista de Derecho español que se exilió en México huyendo de la Guerra Civil, su profesor en la Universidad Nacional Autónoma y que se convirtió en su modelo docente. “Comenzaba su enseñanza a las tres en punto, luego la continuaba en el café, más tarde la seguía en su casa durante la cena para terminarla con un paseo por la ciudad”, cuenta Ortega. Fuentes aplicaría ese modelo de magisterio más allá del aula durante su estancia en Dartmouth. “La mansión Montgomery se encuentra en medio del campus y allí acudían frecuentemente los alumnos, en su casa impartía seminarios, mantenía largas conversaciones con ellos…”, explica Pastor.

Creo en la Universidad, la Universidad une, no separa, conoce y reconoce, crea un espacio crítico donde de lo que se trata es de entender al otro, no de derrotarlo”

Carlos Fuentes

El mexicano, con todo, no era un profesor al uso. Prefería dar clases –en general lecciones magistrales- ante un gran auditorio, antes que frente a un grupo reducido de estudiantes. “Quería un público diverso para poder dotar a los análisis de sus textos de una estructura igualmente diversa”, señala Ortega. Los contenidos sobre los que disertaba eran una extensión de sus propias lecturas. “En general él elegía los temas siempre focalizados en un autor -de Balzac a Gabriel García Márquez, pasando por Machado de Assis- o en un aspecto concreto de un determinado texto o pasaje literario, aunque abordara el mismo asunto, siempre lo hacía de manera diferente y en todas sus clases, que impartía tanto en español como en inglés, quedaba patente que sus análisis eran los de un gran lector: observaciones mínimas, no grandes verdades”, destaca Ortega.

“Era un excelente comunicador, desbordaba inteligencia y sabiduría. Mezclaba lo popular con lo más académico y demostraba un gran respeto por el lenguaje”, destaca Heike Schram, antigua estudiante alemana de Brown, que asistió a varias de las charlas que Fuentes ofrecía cada primavera en esa Universidad en su calidad de profesor invitado. “En sus clases, como en su propia vida, Carlos Fuentes dejaba sentir su personalidad arrolladora, a veces mucho más fuerte que la del Fuentes escritor”, señala Pastor.

En sus clases, como en su propia vida, Carlos Fuentes dejaba sentir su personalidad arrolladora, a veces mucho más fuerte que la del Fuentes escritor”

Beatriz Pastor

La formación académica del escritor jugó un papel esencial en su forma de entender la función de la enseñanza como pilar fundamental de la democracia, destacó el escritor Jorge Volpi durante una charla que ofreció en Brown con motivo de un homenaje al autor mexicano. Durante su infancia, Fuentes asistió a la escuela primaria Henry D. Cooke, un colegio público de Washington, donde su padre se encontraba en su calidad de consejero de la Embajada de México y cuando se trasladó a Chile acudió a un internado inglés. “En ambos centros, además de entrar en contacto con la literatura, Fuentes supo apreciar la importancia de su formación inicial eminentemente liberal, pero cuando después cambió de colegio y comprendió que la nueva institución comulgaba con las doctrinas fascistas, inmediatamente le hizo ver a su padre que el totalitarismo era incompatible con la enseñanza logrando que aquél lo sacara del colegio y contratara a profesores particulares”, cuenta Ortega. Más adelante, tanto en el instituto, ya en México, como en la Universidad, se beneficiaría de las enseñanzas de muchos profesores españoles exiliados. “La Guerra Civil española la ganó México”, diría Fuentes en más de una ocasión.

En el ambiente académico el escritor encontró un lugar donde conjugar enseñanza y literatura -“Él consideraba ambos ámbitos como parte de un mismo orden vivo”, indica Ortega-, donde compartir e intercambiar conocimientos y “abrazar la cultura del otro”, como escribió el propio Fuentes.

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