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lunes, 15 de octubre de 2012

Reconocer el valor de la ciencia, base para el desarrollo de cualquier sociedad: Tapia Ibargüengoytia

 Las políticas públicas deben basarse en evidencias constatables y no en dogmas, creencias o intereses sesgados
   
Dejar asentado el valor de la ciencia en el documento Hacia una Agenda Nacional en Ciencia Tecnología e Innovación, fue uno de los principales propósitos de Ricardo Tapia Ibargüengoytia, Miembro Titular de la Academia Mexicana de Ciencias, durante su participación en la elaboración de la propuesta que fue entregada hace algunas semanas al presidente electo Enrique Peña Nieto.  
Cada vez son más comunes los foros y los discursos políticos que abordan el problema de la escasa inversión en ciencia, tecnología e innovación en México. Sin embargo, de nada servirán los proyectos que lleguen a concretarse, si la sociedad mexicana en su conjunto no reconoce el amplio valor de la ciencia para su desarrollo, dijo en entrevista el Investigador Emérito del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Asutónoma de México (UNAM).
  “Desde que planteamos los temas de la Agenda, diez en un primer momento, y que conforman prácticamente los capítulos de la propuesta, yo insistí en que el del valor de la ciencia debía ser el punto de partida de todo el documento”, relató.
  Y así se hizo. El capítulo titulado Valor de la Ciencia señala: “El pensamiento científico contribuye a consolidar la democracia y a defender la laicidad por la apertura y la libertad intrínsecas en su ejercicio, y propicia la toma de decisiones informadas para la elaboración de leyes y políticas basadas en evidencias constatables y no en dogmas, creencias o intereses sesgados”.
  En el ámbito jurídico, por ejemplo, se  hace cada vez más evidente el valor y la utilidad de la ciencia, dijo Tapia. ¿Cómo legislar sobre el aborto, la reproducción asistida, la eutanasia, el abastecimiento de agua o el cambio climático? Se empezó a legislar sobre estos temas apenas unas cuantas décadas atrás, cuando comenzaron a permear en la vida de las personas, abundó.
  El problema es que “estas actividades se han regulado más bien sobre lo que dictan las creencias, y no pocas veces la religión. En los países latinoamericanos esto es muy claro, lo cual resulta en leyes inadecuadas y retrógradas que no benefician a la sociedad”.

“Para todos estos temas requerimos que la ciencia diga lo que sabe al respecto”.
 
Añadió que el vínculo más natural entre la comunidad de investigadores y los tomadores de decisiones ya está establecido, pero no funciona. “Por ejemplo, la Academia Nacional de Medicina es, desde su fundación hace más de cien años, un órgano consultor del gobierno y de la Secretaría de Salud pero casi nunca es consultada”.
  El académico aclaró que no se trata de que los científicos resuelvan los problemas de la sociedad mexicana. “La ciencia aporta los conocimientos, pero las decisiones sobre cómo usarlos apropiadamente son un tema aparte. Pero las políticas públicas deben elaborarse en contacto con los científicos”.
  A la pregunta sobre cuáles son las estrategias a seguir para que, como sociedad, se dé a la ciencia su justo valor, Tapia respondió que una es a través de la divulgación: “Los científicos también tenemos la responsabilidad de participar en la elaboración de libros de divulgación, sobre todo, para la educación de nivel medio superior y superior”.
  De hecho, entre las casi cien propuestas del documento –puntualizó- sí está planteado que haya una mayor divulgación de la ciencia a través de los medios masivos de comunicación, y claro, las empresas también deberán participar. En la Agenda se menciona que “el otro objetivo es fomentar la divulgación amplia del pensamiento científico, humanístico y emprendedor en todos los sectores sociales, que promuevan vocaciones, capacidades y habilidades para resolver problemas mediante trabajo en equipo”.
  Además de darle a la ciencia su justo valor, Tapia Ibargüengoytia comentó que otro reto es nutrir y renovar la comunidad científica.

“La falta de una jubilación razonable para los investigadores es un problema muy grave en todas las instituciones de educación superior pues no da nuevos espacios para los jóvenes”.
 
La creación de nuevas universidades con infraestructura suficiente para hacer investigación contribuiría a resolver dicho problema. “La UNAM y el Instituto Politécnico Nacional han sido extraordinarios y se han extendido mucho en el país, pero no pueden solos”.
  Por otro lado, Ricardo Tapia destacó que la Agenda de Ciencia, Tecnología e Innovación –que ya fue entregada además a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), al Senado de la República y a la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago)-, también tiene valor propio por tratarse de una iniciativa novedosa.
  “Creo que no hay precedente para un documento de este tipo, en gran parte, porque cada cambio de sexenio las academias y las universidades solían actuar por un lado, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico (ADIAT) por otro. Esta es la primera vez que se logra un consenso entre todas estas más los empresarios; lo cual resultó en más de sesenta instituciones participantes y firmantes del documento”.  
El experto en fisiología celular dijo haberse ‘entusiasmado’ por la respuesta del presidente electo Enrique Peña Nieto y el presidente de la SCJN tras la entrega del documento, “ambos mostraron una buena recepción e incluso dijeron abiertamente que iban a estudiar todas las propuestas”.  
Lo que queda ahora es darle seguimiento. “Sabremos si nuestra iniciativa surtió efecto si nos consultan y si los tomadores de decisiones actúan conforme a lo que establece la Agenda, si lo ignoran pues entonces será una tarea sin frutos, pero esperemos que eso no suceda”.

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