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martes, 21 de mayo de 2013

Irritabilidad, poca tolerancia a la frustración, hiperactividad... etc


Piden programas para mejorar la “higiene del sueño” en los niños

Ø Irritabilidad, poca tolerancia a la frustración, hiperactividad, problemas de memoria, menor coeficiente intelectual, son algunas de las consecuencias del no dormir adecuadamente
Ø Niños que no duermen adecuadamente con riesgo de obesidad y retraso cognitivo en general
Ø La infancia mexicana duerme en promedio de dos a tres horas menos que la de otras latitudes como Estados Unidos y Europa

     
Así como se impulsan campañas para promover mejores hábitos alimenticios y de ejercicio entre la población infantil de México, las autoridades sanitarias deberían emprender programas encaminados a mejorar la “higiene del sueño” y evitar así trastornos conductuales, cognitivos y médicos en el desarrollo del niño, afirmó la doctora Yoaly Arana Lechuga, responsable de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Irritabilidad, poca tolerancia a la frustración, hiperactividad, son algunas de las consecuencias a nivel conductual del no dormir adecuadamente, dijo la doctora Arana Lechuga, quien añadió que a nivel cognitivo se manifiestan problemas de memoria, menor coeficiente intelectual, disminuida capacidad de atención, razonamiento abstracto deficiente.
Lo anterior es relevante “porque los pequeños se encuentran en una etapa de aprendizaje y si no duermen adecuadamente veremos retraso cognitivo en general”, afirmó la investigadora.
La privación de sueño genera en los infantes problemas médicos como cambios en el sistema inmune, pues no se generan los anticuerpos necesarios para estar protegidos contra alguna enfermedad.
Entre los trastornos del sueño que se presentan con más frecuencia se encuentra el de la apnea obstructiva del sueño, que sufre alrededor de 30 por ciento de la población adulta y cinco por ciento de la infantil.
Se ha reportado además una correlación negativa entre el índice de masa corporal y el número de horas de sueño de los infantes, donde niños que duermen menos de 10 horas, tienen riesgo de obesidad, señaló la investigadora.
Luego de describir las consecuencias de los trastornos del sueño en niños, la doctora Arana Lechuga advirtió que los niños mexicanos duermen en promedio de dos a tres horas menos que los de otras latitudes como Estados Unidos y Europa, lo que debe hacernos reflexionar sobre la importancia de observar buenos hábitos de sueño, sobre todo si se considera la circunstancia de que México ocupa el primer lugar de obesidad infantil en el mundo.
Explicó que ante la carencia de una herramienta para medir la somnolencia diurna en infantes, en la Clínica del Sueño de la unidad Iztapalapa de la UAM se empezó a trabajar en la validación de una “Escala de somnolencia Excesiva diurna para niños en una población mexicana”.
Sostuvo que la Somnolencia Excesiva Diurna (SED) es un síntoma fácilmente evaluable en adultos, mediante escalas subjetivas y estudios de gabinete estandarizados; sin embargo, ya ha sido descrito que esas escalas no sirven para evaluar el mismo síntoma en una población infantil o en adolescentes.
Lo anterior puede deberse a dos cuestiones, añadió, y es que en un adulto la SED se refleja en la facilidad para quedarse dormido en distintas situaciones, mientras que en un niño puede reflejarse con alteraciones cognitivas, cambios en la conducta y en el estado de ánimo y en que algunas situaciones que exacerban la SED en adultos, como ver televisión, en niños generan activación.
Dado que las escalas de somnolencia para adultos no son efectivas en niños, es necesario contar con una escala estandarizada para la población infantil mexicana.
Indicó que existe una escala denominada The Pediatric Daytime Sleepiness Scale (PDSS) de Detroit Christopher Drake, que evalúa, a través de ocho reactivos la posibilidad de quedarse dormido en diferentes circunstancias, la dificultad para concentrarse y los cambios en el estado de ánimo.
Se tradujo esta escala al idioma español y en el contexto de la Feria de las Ciencias que se realiza en la Unidad Iztapalapa, se aplicó a 400 niños de entre siete y 13 años y padres, cuyos reactivos consistían en saber la frecuencia con que el niño se queda dormido o tiene sueño en clases, cuando hace tarea, con qué frecuencia se distrae o está de malas; si le cuesta trabajo levantarse por las mañanas; también si vuelve a dormir por la mañana, si necesita alguien que le despierte.
Al trabajar con esta información la doctora Arana Lechuga y los investigadores de la Clínica de Trastornos de Sueño “nos encontramos con que los niños mexicanos duermen muy poco, en promedio 8.3 horas, cuando deberían dormir entre 9 y 11 horas. Esto “llamó nuestra atención porque es muy poco respecto a lo que duermen los niños de otras partes del mundo del mismo rango de edad”. Los europeos duermen entre 10 y 11 horas.
Añadió que se ha reportado que existen más problemas de insomnio en niños asiáticos que en europeos y americanos, pero paradójicamente los americanos están durmiendo menos tiempo, “no porque no puedan dormir, sino porque sus hábitos así son”.
Es necesario poner atención al tema de los hábitos en los padres y datos preliminares muestran “que no tenemos hábitos para que los niños puedan dormir más y mejor”. Cuando se pregunta a la gente que hace antes de dormir, alrededor de 90 por ciento responde que ver la televisión y es justamente lo que no debe hacerse porque junto con la computadora o los equipos de videojuegos se trata de pantallas que emiten mucha luz, activan el cerebro, lo mantienen alerta y entonces van a dormir con dificultad o a tienen un sueño poco reparador.
La especialista hizo una serie de recomendaciones para cambiar de hábitos y cuidar el sueño, entre ellas evitar la televisión, computadora o videojuegos tres horas antes de dormir; no consumir líquidos tres horas antes de dormir, tener siestas programadas y horarios establecidos de dormir; realizar rutinas antes de dormir (leer, contar cuentos, fuera de la habitación de dormir); tener el mismo horario en fines de semana y vacaciones; evitar el consumo de activadores del sistema nervioso central como café, chocolate, refrescos de cola horas antes de dormir, entre otros.

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